sábado, 20 de abril de 2013

Españoles y amerindios


Bisturí ®©                              Españoles y amerindios
                                                                        Franklin E. Alcaraz Del C.[1]


El momento del choque de dos culturas, cuando los europeos apresaron a Atahuallpa, ya habían trascurrido 40 años desde el descubrimiento del nuevo mundo.

“Cuarenta jinetes y sesenta infantes” españoles, según los cronistas, derrotaron a un ejército de “cuarenta mil indios de guerra”. El encuentro, además, no fue una sorpresa para Atahuallpa que ya sabía de su llegada. Mucho se ha escrito sobre el tema, pero la pregunta persiste. ¿Cómo pudo ser posible que “cuarenta jinetes y sesenta infantes” derroten a un ejército entrenado de “cuarenta mil indios de guerra”? Fuera de las versiones y explicaciones que se tejieron, conviene también meditar sobre lo que dicen los antropólogos respecto a las diferencias en materia evolutiva que tenían ese momento dos civilizaciones que no sabían de la existencia mutua. Dos mundos que se habían desarrollado independientemente el uno del otro. Valen entonces las comparaciones. Los europeos que vinieron al nuevo mundo en busca de riquezas, no eran sino aventureros. Y eso repiten con solaz quienes cuestionan la conquista.

Pero aún así, no se pueden ocultar o tergiversar las diferencias. Cada uno de los españoles era portador de una civilización sumamente avanzada y representaba, para los indoamericanos de entonces, algo así como si en la época actual llegaran extraterrestres con armas, vehículos y maquinarias desconocidas para nosotros.

Los que un día serían americanos originarios, los quechuas, para ser precisos, el año 1532, que ya habían conquistado el Collao y sus habitantes, (los aymaras), por ejemplo, no conocían siquiera la rueda, tampoco la escritura. En el desarrollo de los metales conocían el oro, el cobre y el bronce; pero ahí se quedaron. Los europeos ya habían descubierto la rueda miles de años antes. Tenían escrita su historia y, como parte de la civilización conocida por el mundo de ese entonces, ya fabricaban armas de fuego, porque la pólvora, descubrimiento chino, ya era utilizada en el mundo. Ni qué decir de otros descubrimientos como el papel, los utensilios metálicos, el vidrio, etc.

Esas diferencias han hecho que los antropólogos, haciendo cálculos evolutivos, concluyan que entre una y otra civilización, hayan existido entre 5.000 y 6.000 años de diferencia. Es decir que para alcanzar el grado de progreso que tenían los españoles el momento de la conquista del Perú, tendrían que transcurrir todavía cinco o seis milenios entre los amerindios. Mucha diferencia, que puede ayudar a comprender el trasfondo del proceso de la conquista del Perú por parte de España. Hay que entender también que, de no ser la conquista europea, aquí, en América, después de los famosos 500 años trascurridos, probablemente no se hubiera descubierto la rueda ni la escritura y que otros adelantos, de los que ahora gozamos, no serían objeto ni de sospecha. Piensen en los vehículos motorizados, los aviones, el tren, la radio, la televisión, las computadoras, teléfonos, radares, rayos “x”, el agua potable, los servicios en general, las diferentes formas de eliminar los desechos domésticos, nuestras instituciones, etc. etc. (aumenten la lista).

Casi todo (en realidad creo que todo) con lo que vivimos ahora, en todo el mundo, es producto de esa civilización que conquistó lo que después se iba a llamar “América” y que nos dio la forma de vida que tenemos actualmente. La pregunta que surge entonces es: ¿qué quedó en América, de esa cultura originaria? ¿Cuál es el aporte de las culturas americanas originarias a la ciencia actual? Hay productos originarios americanos que son de consumo mundial, es cierto, pero ¿en materia social o  científica? Al respecto, los chinos pueden decir mucho, los egipcios también, los europeos ni qué decir (griegos y romanos), los árabes, en fin. Pensemos.     

Y bueno, como siempre, solo por si acaso, aclaremos que todo lo dicho es ficción. Cualquier semejanza con la vida real, es pura coincidencia.                             



[1] Franklin E. Alcaraz Del C. es médico e investigador

sábado, 6 de abril de 2013

La herencia de Evo


Bisturí ®©                                               La herencia de Evo
                                                                        Franklin E. Alcaraz Del C.[i]
                                               (Cualquier semejanza con la vida real, es pura coincidencia)


Cuando Evo se vaya, porque un día se irá, dejará un país que ha probado prácticamente de todo. Dejará, muy a pesar suyo seguramente, un país dividido como nunca. Dividido racialmente, políticamente y, lo que es peor, consciencialmente. Si ahora su movimiento pretende convencer ser autonomista sin serlo, está gestando, de rebote, una nueva fuerza, todavía a ser capitalizada por alguien inteligente, de federalismo para Bolivia.

Al crear su wiphala, le está dando mucho impulso a la rojo, amarillo y verde, que es un símbolo de unidad. En la próxima nueva Constitución, probablemente la wiphala se quede como símbolo de los pueblos indígenas que quieran adoptarla. Lo que tiene su nombre, calles, canchas de fútbol, fulbito, etc., cambiará de denominación. Al haber dispuesto como obligatorios los idiomas nativos, le dio vigencia al idioma castellano que por inercia y sin disposición legal alguna, es el idioma que nos une. Mal que le pese, tarde o temprano, todos los bolivianos hablarán primero castellano que cualquier otra lengua. Y el próximo gobierno, si es inteligente, dejará las lenguas originarias en el lugar donde se hablen, sin obligar a nadie aprenderlas. Tal vez con estímulos culturales, o de otra índole, para  evitar su desaparición. Una decisión inteligente sería establecer el inglés como segunda lengua.

Con una disposición política, quiere mostrar al país multipluri, como un país fundamentalemente indígena, indoamericano (“entonces no somos multipuris, dice mi compadre Choque). El futuro nos mostrará como somos: un país fundamentalmente mestizo, latinoamericano.

En este régimen, de alguna manera se han exacerbado los regionalismos; y a los recalcitrantes, les vino al pelo lo ocurrido, de manera que aprovechan para aumentarle leña al fuego. Sin embargo no faltan los buenos e inteligentes buenos bolivianos que antepondrán la patria a la región. El futuro gobierno nacerá de la contrapropuesta al actual, porque se advierte cansancio de tanto enfrentamiento, regionalismo y división. La nueva fuerza política tendrá como visión la unidad. Será un poco más difícil imbuir orgullo al nuevo boliviano del siglo XXI. Empezar por estar orgulloso de sus gobernantes, del país entero; los orientales orgullosos de los occidentales, los del sur de los del norte  y viceversa. ¿Por qué un cruceño no puede estar orgulloso del salar de Uyuni, por ejemplo? ¿Por qué un Orureño no puede estar orgulloso del aceite cruceño o de la amazonia beniana? Por qué un pandino no puede estar orgulloso del vino tarijeño?

El nuevo político exitoso, recogiendo las semillas dejadas inconscientemente por el actual, sentará las bases del  nuevo sistema que todos esperamos. El verdadero cambio. El cambio hacia el progreso, con verdadera libertad de prensa y expresión. Hay que dejar opinar, inclusive a los resabios del masismo que quede. Habrá una empresa privada fuerte, generadora de empleos y tecnología, rumbo al adelanto industrial.

El nuevo gobierno tendrá que dejar de mentir sobre aquello de “coca no es cocaína” y tendrá que combatir el narcotráfico de manera resuelta y firme. Le costará también diseñar, elaborar y ejecutar una política de seguridad ciudadana dados los actuales indicadores y tendencias de delincuencia.

El nuevo gobierno tiene que ser inteligente, culto, pero sobre todo justo. Le costará hacer que los poderes del estado sean realmente independientes. Le costará también volver a la meritocracia en lugar de la actual “sindicatocracia” (si tal palabra existe). Le costará privilegiar el conocimiento sobre la ignorancia y la capacidad sobre los “méritos” políticos, pero esos serán los pasos necesarios para hacer de Bolivia un país de verdad.

En otras palabras, honestidad, una bandera, un himno, un territorio, un idioma…un boliviano. El futuro se pinta alagüeño.


[i] Franklin E. Alcaraz Del C. es médico e investigador