lunes, 29 de julio de 2013

Para mis lectores

Bisturí ®©                                               Para mis lectores

                                                                        Franklin E. Alcaraz Del C.[i]

Sinceramente y con no poca vergüenza, confieso que no me acuerdo cuando comencé a escribir. Me acuerdo de mis primeras notas publicadas en el desaparecido periódico “Presencia”, en su sección de opinadores y en su suplemento literario.

Don Víctor Toro (disculpas por mencionarle sin su permiso) , cuando era director del desaparecido periódico “Hoy” me invitó a escribir una columna de manera sistemática. Allí comencé mi columna y me convertí en “opinador”. Y allí estuve hasta que el periódico –al que recuerdo con nostalgia- se cerró. Después y esporádicamente, también escribí para varios periódicos de La paz y Santa Cruz.

Hoy escribo mi columna “Bisturí” para este periódico que gentilmente me acoge sábado de por medio. Y hoy, debido a razones de índole ocupacional, debo despedirme de mis lectores agradeciendo al periódico por haberme dado la oportunidad de verter mis ideas y opiniones durante una buena temporada.

A mis lectores, que para sorpresa mía no son pocos, les digo que seguiré escribiendo, pero no sistemática ni habitualmente. Y a mis colegas opinadores que me hicieron y me hacen llegar sus notas vía internet, les manifiesto que esta “vacación” no es una claudicación. Seguiremos en la trinchera.

¿Y saben por qué? Porque, entre muchas otras cosas, principalmente porque escribir es como una drogodependencia que no tiene tratamiento. Tengo la impresión que uno nace con el prurito de darle al teclado. Es también –mi opinión- una dependencia hereditaria. Mi padre también escribía, mis hermanos y  mis hijos. Toda la familia. Y ¡es un placer!

Ruyard Kipling decía que “las palabras constituyen la droga más potente que haya inventado la humanidad”, imagínense lo que es la palabra escrita. Por su parte Truman Capote dijo que “Para mi, el mayor placer de la  escritura, no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras”. Quienes escriben saben de lo que hablo. Cuando le preguntaron a Saúl Bellow cómo se sentía después de ganar el Premio Nobel, respondió: “No lo sé, aún no escribí sobre eso”.

En fin. Por todo ello, aunque solo sea para solaz personal, seguiré escribiendo. El hacerlo cada quince días es lo que no haré, porque debido a mis nuevas ocupaciones corro el riesgo de incumplir un compromiso al que no se puede faltar.

No voy a guardar el bisturí. Está ahí, en la mesa de operaciones. Estéril, listo para cuando se lo necesite, porque si los políticos tienen la política y los ricos el dinero, nosotros, solo tenemos las palabras.




[i] Franklin E. Alcaraz Del C. es médico e investigador

sábado, 13 de julio de 2013

¿Qué perdió Evo?


Bisturí ®©                                               ¿Qué perdió Evo?

 

                                                                        Franklin E. Alcaraz Del C.[i]

                                                     (Cualquier semejanza con la vida real es pura coincidencia)

 

Políticamente hablando, Evo no es Lula. Tampoco es Dilma. Peor la Bachelet. Humala aparentemente, hasta ahora por lo menos, parece inteligente. En todo caso, La Dilma, la Bachelet, Lula y Humala ¿cómo pasarán a la historia? Para empezar, sus países avanzan más que los multipluris.

 

Los otros, los del ALBA, los “diferentes”, son gobernantes anodinos, “sui géneris”. Probablemente pasen a la historia como anécdotas en sus respectivos países. Ninguno tiene carisma internacional sobresaliente. 

 

Este asunto del avión multipluri, que tuvo que aterrizar en Viena y donde retuvieron a Evo durante 13 horas, con todo lo condenable que pueda ser, abrió los ojos a más de uno. La opinión pública se dio cuenta que el “encanto” de Evo se perdió. Se acabó el romanticismo y encandilamiento internacional que apareció cuando Evo se paseaba por el mundo con su chompa a rayas haciendo y diciendo cualquier cosa. ¿Queda el respeto? Conteste el lector.

 

Varias fueron las razones de esta pérdida. No vale la pena mencionarlas. Todos las conocen. ¿Quién perdió? Evo, por supuesto. ¿Su segundo? Bien gracias. No pasa nada. ¿Su séquito? Tampoco. Ahí está todavía. El mundo solo tenía –tiene- ojos para Evo. Todo el prestigio internacional que había ganado en su lucha solitaria, ¿se fue en un viaje a Rusia?. No. Como dice la canción, “se fue yendo despacito”. Acordémonos que cuando Evo fue presidente, nadie a su lado refulgía como él. Casi todos los que ahora le rodean, llegaron después. Y los que llegaron tenían sus cargas “ideológicas”. Ideas extravagantes (como aquella de querer revivir el comunismo o socialismo muerto hace ya varias décadas) que nunca supieron dónde ponerlas en juego. Aprovecharon la coyuntura que se presentó y se les dio sin condiciones.

 

Fuera del país multipluri, Evo perdió la oportunidad de ser, para la historia, el PRESIDENTE. Así, con mayúsculas. Buscando algo parecido en nuestra América, ese lugar aún lo ostenta el zapoteca Benito Juárez.  

 

Es probable, sin embargo, que hacia dentro del país, su imagen política se haya fortalecido, así sea temporalmente; aunque no en la medida que sus acólitos quieren creer, porque al contrario de lo que pasa afuera, la imagen del líder se cuida dentro de la nación multipluri. ¿Importa solo la imagen nacional de Evo?¿El rédito político electoral? ¿No importa la imagen internacional? Son preguntas para quienes lo quieren. ¿Hay posibilidad de recuperar la imagen que una vez tuvo en el mundo? ¡Hum! Es que Evo es Evo. Uno es como es nomás. Especialmente si no recibe influencia que lo haga recapacitar sobre sus posibilidades o sobre los cambios de actitud que ya debería haber tenido. (Eso, además, requiere formación, dice mi compadre Choque).

 

Es sabido que es muy difícil cambiar de actitud. Muy pocas personas lo consiguen. Así que el futuro no se pinta color de rosas, porque lo que destruyó su imagen afuera, puede destruirla adentro. (La cosa es darse cuenta, dice mi compadre).

 

Ya van dos hechos de conocimiento público, que le hicieron perder un lugar superlativo en la historia. La primera, cuando buscó enemigos donde no había y cuando tuvo la oportunidad de ser presidente de todos los bolivianos. Escogió ser de la mitad… y de los cocaleros. La segunda, esta otra. Ambas tienen un común denominador. El lector sabe cuál es ese común denominador. Una pena.        

 



[i] Franklin E. Alcaraz Del C. es médico e investigador