Bisturí ®© La
coca nostra
Franklin E. Alcaraz Del C.[i]
(Cualquier semejanza con la vida real, es pura
coincidencia)
El viceministro de la Coca, Dionisio Núñez, dijo
a la prensa que la “coca excedentaria” producida en Apolo y otras comunidades estaría
destinada a mercados ilegales del Perú. Dijo también que, de acuerdo a la Ley
1008, solo 30 comunidades cuentan con “aprobación” y que solo 280 hectáreas de
plantaciones de la hoja milenaria en la provincia Franz Tamayo son reconocidas.
Por lo tanto, la Fuerza de Tarea Conjunta no abandonará la región y continuará
con sus operaciones de erradicación.
Desde que la Ley 1008 entró en vigencia, había en
Apolo 300 hectáreas de hoja de coca, invariablemente, como lo reportaba, año
tras año, las Naciones Unidas, pero ahora, las comunidades que se encuentran
fuera de las 30 que seguramente tienen listadas las autoridades, “serán
erradicadas” (No las comunidades, sino la coca de esas comunidades - el tono
del “vice” no suena a “concertación”, dice mi compadre Choque). Los Apoleños
están dispuestos a resistir. Mi compadre también dice que le parece adecuado
erradicar coca destinada al narcotráfico y en ese sentido, repite, se debería
erradicar entre el 90 y el 95% de la coca del Chapare que, como todos saben,
está destinada al narcotráfico. Pero bueno. La ley multi pluri es la ley
multipluri que obedece lo que dice la Ley 1008, “de acuerdo a la conveniencia
del país” (¡cuándo no!).
¿Que hay coca legal que se desvía al
narcotráfico? ¡Claro! La FELCN ha encontrado varias veces bolsas de coca con el
sello de los mercados de Villa Fátima y de Sacaba en fábricas de cocaína. ¿Y
dónde van los famosos “chanchitos” de hoja de coca desmenuzada que salen del
mercado legal de Villa Fátima? ¡Nadie sabe!
Y que sigue existiendo coca excedentaria, es
nomás un hecho. Y que van a seguir habiendo “excedentes” es también un hecho
probable. Aquello de “industrializar la hoja de coca” no funciona. La mentada
fábrica denominada Ebococa (así, con “b” labial), instalada en Villa Tunari,
está paralizada. Debía administrarla el sindicato de sembradores de coca. Ocupa
un predio de 2500 metros cuadrados, costó dos millones de dólares de los que
900.000 eran venezolanos. Los cocaleros contrataron una empresa para su
administración, que invirtió “solo 30.000 dólares”. La fábrica produjo
“chicitos” de coca que nadie compró ni consumió “porque tenía muy fuerte sabor
a coca” (o sea que la coca es fea al comerla, dice mi compadre). También se
invirtieron 489.813 dólares en una fábrica de mates de coca en La Paz que aún
no funciona.
Las bulladas fábricas de gaseosas “Coca Colla” y
“Coca Brynco”, como iniciativas privadas, tuvieron poca y muy corta vigencia. Heidy
Quisbert elabora pasteles de coca “a pedido” porque no hay mercado para hacerlo
de manera continua. Ella dice que la cantidad de harina de coca no debe exceder
el 5% del total porque si no el pastel tendría “sabor amargo y picante” (“¡la
coca es fea, ni los animales del campo la comen!”… ¡este mi compadre...!). La
única industria más o menos vigente, aunque no exitosa, es la que elabora
trimate. Nadie se ha hecho rico elaborando productos derivados de la
coca…bueno, excepto los que sabemos.
Pero igual, hay que mencionar que la mentada
“industrialización” de la hoja de coca, no puede ser considerada una actividad
“tradicional” ligada a la hoja “milenaria”. Mucho menos “cultural”, así que de
establecerse una “industria” de la hoja de coca, cosa muy, pero muy improbable,
esta sería una actividad nueva, no ligada ni a la “tradición” ni a la cultura.
La hoja de coca nunca ha sido producto alimenticio. Tampoco lo es hoy día. Así
que introducir un “alimento” nuevo, que además tiene sabor “amargo y picante”,
no agradable al paladar, fuera de contener alcaloides nocivos al organismo
humano, es tarea de titanes, inexistentes en el país multipluri.
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